La pizarra negra es la encargada de trasladar a los visitantes de la Sierra de Ayllón, en el Parque Natural de la Sierra Norte de Guadalajara, a otro mundo: a un pasado de pequeñas aldeas en perfecta armonía con el entorno, donde los recios muros albergaban otra vida, de lumbre, de leña, de bucólicos paseos bajo árboles centenarios, en busca cañones con cascadas imposibles o suculentas setas. Son más de veinte villas las que conforman la ruta de Los Pueblos de la Arquitectura Negra, propuestos para ser catalogados como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, de los que destacamos cinco.
Tamajón eslocalidad que ejerce de puerta de entrada a los pueblos de la Arquitectura Negra. Su Palacio de los Mendoza, de estilo plateresco, alberga el Ayuntamiento de la localidad, de 148 habitantes. Junto a la carretera de salida del pueblo, se encuentra su Iglesia de la Asunción, de estilo románico y, algo más adelante, en un profundo bosque, surge la Ciudad Encantada, donde grandes formaciones de piedras calizas labradas a lo largo del tiempo por el agua y el viento forman bellas estructuras multiformes. No muy lejos de allí, la ermita de la Virgen de los Enebrales, patrona de la ciudad, luce orgullosa la pizarra que tiñe de negro su cubierta, anticipando el uso arquitectónico del resto de poblaciones.
En esta localidad el negro de la toma tintes dorados gracias los armazones de madera que en se intercalan en las cubiertas de pizarra con el uso de la cuarcita, lo que provoca destellos de luz en la oscuridad predominante. Su peculiar plaza sobresale por ser el lugar perfecto para desarrollar distintos juegos tradicionales junto a la iglesia parroquial de San Ildefonso, emblema de los pueblos negros. Además, en una casa típica de la calle Escuelas se ha instalado el Museo Etnológico, donde se rinde homenaje a la actividad textil de la zona. Y antes de abandonar el pueblo hay que visitar la ermita de la Virgen de Gracia, una construcción del siglo XIX promovida por dos misioneros que volvieron de Filipinas. Otro punto de visita obligada es la Catarata de la Chorrera que fluye sobre escalones de piedra que descienden más de 120 metros.
Protegido por el Valle del Jaramilla, y vigilado de cerca por el pico del Ocejón, Campillo de Ranas posee una curiosa plaza presidida por la iglesia de Santa María Magdalena, en la que la pizarra se intercala con piedras calizas de diversos tonos. Sin duda, el elemento más característico su plaza es un sorprendente reloj de sol, situado en la que fuera casa del párroco y recuperado hace no mucho por el Ayuntamiento. En el resto de edificaciones, armazones de madera y lajas de pizarra se abren entre la piedra, los arbustos y el valle. Las obleas de pizarra saltan a la vista, cubriendo muros y tejados, entre los que no es difícil encontrar su tradicional fuente con lavadero.
Este pueblo emerge a orillas del Jaramilla sitiado, nada más y nada menos, que por los picos Ocejón, Atalaya, Campachuelo, las Cabañuelas, Collado de San Pedro y Cabeza del Rocín. Su fisionomía constituye una de las estampas más emblemáticas de la zona, con su iglesia de San Juan Bautista al frente. Pese a quedar muy dañada durante la Guerra Civil, el templo continúa siendo el centro de reunión del pueblo, junto a sus portalillos y al Olmo de la Plaza del Cementerio. Los conocidos como baños de Robledo tuvieron durante años un gran prestigio por sus aguas curativas, al igual que sus tres fuentes: la Fuente del Caño (siglo XVIII) que se asocia con los años de mayor esplendor; la Fuente Buena y la Fuente de las Cabezadas. Todas ellas siguen calmando la sed de los habitantes y los huertos de la zona. Desde Majaelrayo también se emprende una de las rutas más conocidas de ascenso al Pico Ocejón.
Ubicado en una colina rodeada de barrancos cubiertos de frondosa vegetación, El Espinar tiene unas preciosas vistas sobre el valle del río Jarama. Conserva en su entrada un pequeño lavadero cubierto sobre un pilón rodeado de lanchas de pizarra. También conserva un recinto cercado por grandes troncos donde se jugaba a los bolos. Su iglesia presenta una espadaña con un hueco para la campana y está construida con mampostería de pizarra. Las casas tienen cubierta de grandes faldones de ese mismo material, con entradas protegidas con vistosos porches y tejaroces. Los muros de mampostería aparecen con diminutos huecos bajo dinteles y cruces de pedernal que impresiona a los visitantes.
Fuente: EL MUNDO / METROPOLI
Autor: L. B. Borges
Fotografías: SHUTTERSTOCK