La tradición y la cercanía a yacimientos, las condiciones meteorológicas o que hubiese alguien que supiese trabajar y colocar estos materiales determinaron su uso, dividiendo la comunidad autónoma en dos
Galicia está dividida a vista de pájaro: la Galicia naranja o roja al oeste, en la zona del Atlántico con las provincias de Pontevedra y A Coruña, frente a la Galicia gris o azul al este, en la provincia de Lugo y una parte de Ourense. ¿Y a qué se debe esta diferencia? A algo tan sencillo como las cubiertas de las casas, que pueden ser de teja o pizarra.
El caso gallego no es excepcional, ya que la diferenciación a la hora de decantarse por uno de estos materiales ocurre también en otras comunidades autónomas del norte que tienen contacto con el mar, como Asturias o Cantabria. ¿Las razones? Hay varios factores que intervienen en esta decisión, desde las condiciones meteorológicas hasta la tradición de una zona y la colocación de las piezas.
«Ese límite parece muy preciso, pero seguro que tiene algunos datos de imprecisión en algunas zonas», explica el arquitecto Carlos Quintáns. Un detalle que se suma a otro, este vinculado a la forma de hablar, que traslada Nuria Prieto: «Hay un matiz del lenguaje. La gente tiende a llamar tejado a todo, y el tejado es solamente de teja, el de pizarra es losado». El nombre genérico, en todo caso, es cubierta.
«La pizarra se coloca en lugares en los que nieva y llueve pero no hace calor, mientras que la teja se colocan en lugares en los que llueve, puede hacer calor pero no hiela. Esto es así porque la teja está hecha de cerámica, que tiene poros, y si queda agua en estos poros y se congela, reventaría», explica Nuria Prieto respecto a la elección del materia según las condiciones meteorológicas.
Y es que la porosidad de la teja es una de sus características esenciales, de ahí los problemas que pueden surgir si una planta se logra instalar en la cubierta, germinando. El tiempo es uno de los principales condicionantes a la hora de elegir la idoneidad de un material u otro para hacer las casas, pero en la comunidad gallega hay otro factor que también influye mucho: la topografía.
«Hay una cosa que es genética en todo esto, genética de génesis y de las personas, que es que Galicia está muy condicionada por su topografía: de un valle a otro, las montañas suponían grandes saltos. Eso condiciona desde el carácter de las personas hasta sus tradiciones y sus materiales, con lo cual en Galicia puedes encontrar contrastes muy grandes por la topografía», indica Prieto.
Un ejemplo es la protección que puede dar una montaña frente al viento del mar. «No es lo mismo estar en Ferrol expuesto al mar abierto que estar en las rías en la zona del sur, con una temperatura más benévola. Siempre que haya mucha exposición vas a necesitar mucho mantenimiento. Por ejemplo, Combarro tiene teja y se mantiene de una manera fantástica, está protegido y la gente cuida a sus casas», explica la arquitecta.
«Hay zonas con más tradición de la cerámica por la presencia de la arcilla y otras con más tradición de pizarra por los yacimientos, como en la zona de Lugo y Ourense», explica Nuria Prieto. Una situación que se refleja también en la actividad económica de Galicia, donde se pasó de tener pequeñas firmas dedicadas a la fabricación de teja a «dos o tres» empresas fuertes que la distribuyen más allá de la frontera gallega.
«Tenemos una industria extractora de pizarra muy fuerte, en este momento la mayor parte de la producción del mundo se realiza desde aquí. Es relativamente reciente: las canteras, en otros lugares, se han ido agotando o han tenido algún tipo de problema, y sin embargo aquí toda la zona de Valdeorras es un centro importante de extracción de pizarra, y en Lugo tenemos más», explica el arquitecto Carlos Quintáns.
«Hoy hay facilidad para traer una piedra desde donde sea, han desaparecido las distancias«, indica Carlos Quintáns. Y es que aunque ahora tengamos al alcance prácticamente casi cualquier tipo de material para construir las viviendas, en las que ya se ve mucha pizarra china o teja de Italia, anteriormente estaban hechas con aquella materia prima más cercana a su zona.
Algo en lo que coincide Carlos Quintáns, que añade: «La teja había que cocerla, hacerla en un lugar donde hubiese tierra adecuada para hacer arcilla. Era una solución más barata que la pizarra, que aportaba peso a las construcciones porque era gorda, muy bonita. En cambio, la teja era más ligera, se podía poner más fácilmente. La suma de transporte, facilidad de colocación… da a entender que la teja era rentable económicamente en algunas zonas».
La cercanía de las casas a los yacimientos, por tanto, condicionaba el material del que iban a ser cubiertas. «Si hay tradición de pizarra, y de trabajarla, es porque hay yacimientos. Saber partir la pizarra es un oficio bastante complicado, ahora está todo mecanizado», indica la arquitecta, que añade: «Los conocimientos de cómo abrir una pieza grande de pizarra, cómo exfoliarla, es bastante complicado. La pizarra a granel que se coloca de forma irregular es más cara porque esa mano de obra falta«.
«La teja curva que conocemos viene de una tradición árabe que se fue extendiendo por toda la Península hace muchos siglos. Para hacer una teja, te sientas sobre una silla, colocas una hoja de material plano y lo empujas contra la pierna. Las tejas tradicionales tenían el tamaño desde la rodilla hasta la cadera, y por eso son curvas», señala por otro lado Prieto, que concreta que las tejas planas son romanas.
El paso del tiempo ha dado a otros formatos de diferentes tamaños, aunque el sistema de colocación se mantiene porque funciona. La teja está pensada para evacuar agua muy rápido y «se lleva muy bien con el sol» a diferencia de la pizarra, que tiende a absorber la luz solar. «En zonas del sur de Galicia cerca del mar donde no hiela, pega el sol en verano y llueve mucho, la teja es el material ideal», ejemplifica Prieto.
La pizarra se coloca ahora con gancho frente a la técnica anterior, colgada, permitiendo pendientes mayores. Esto no es posible con la teja, que se caería pese a que ahora se tiende a pegar o a clavar, mientras que antiguamente ni siquiera se llegaba a sujetar. «La teja no vale para cubiertas de gran pendiente, sino de pendiente moderada», indica la arquitecta, que añade que ambas se colocan sobre el mismo soporte, con una estructura de madera.
El mantenimiento también determina la durabilidad de las cubiertas, a las que debe hacérsele una revisión visual cada año. Los materiales, además, pueden reutilizarse (tradicional) o cambiarse por otros de nueva confección, más innovadores. «La teja, cuando se retira de una casa, normalmente se guarda porque cuando está envejecida funciona igual y tiene una serie de características estéticas que suelen estar mejor. Una cubierta de teja nueva es fea, porque es más homogénea», explica Nuria Prieto.
Algo similar sucede con la pizarra, según explica la arquitecta: «Si quieres recolocar tu cubierta de pizarra, lo que hace es quitar las pizarras y comprobar si tienen algún daño. Normalmente se guardan y se vuelven a poner». La periodicidad depende del soporte que tengan, si es estructura de madera o de hormigón, y de dónde esté, si es un lugar más o menos expuesto.
«Lo normal en una casa con pizarra con madera es que en unos 10 años se le cambien los ganchos, es decir, quitar la pizarra y volverla a poner. Si la casa está en una zona a la que llegan vientos marítimos con sal o en la que hay lluvia ácida porque hay una industria al lado, hay que revisarlo más porque los ganchos sufren. Normalmente son de acero inoxidable, pero no siempre se respeta y si se rompe, alguna pizarra puede quedar suelta», explica Prieto sobre las cubiertas tradicionales.
Situación diferente es la que se da en el caso de las cubiertas nuevas, que permite extender «muchísimo más» el cambio. «Hay casas a las que no se les cambia la cubierta de pizarra en 20 o 30 años», señala la arquitecta, que explica que sucede lo mismo en el caso de la teja: «Si es tradicional, se recomienda cambiar las piezas cada 10 años porque alguna se puede romper y porque suele estar sobre una estructura de madera, que se mueve. Si se mueve el soporte, puede provocar algún daño».
La arquitecta afincada en A Coruña explica que hay lugares en los que pueden convivir ambos materiales «de una manera extraña», como algunas zonas del norte de Lugo a las que han llegado la pizarra y la teja. «¿Qué ocurre si colocas pizarra en ambiente marino, cerca del mar? Con los sistemas de colocación que tenemos ahora, con ganchos, o pones acero inoxidable o la pizarra se cae», indica Prieto.
Esta es, precisamente, una de las razones por las que antiguamente no se podía colocar este material en zonas cercanas al mar frente a la teja, que se podía pegar y era más fácil y segura de colocar. La excepción más llamativa no está en Galicia, sino en Cataluña: toda la costa catalana tiene teja excepto en Cadaqués, donde la pizarra es más abundante debido a la cercanía de los yacimientos.
«Hoy en día, este tipo de situaciones están protegidas por la normativa: si tú vas a hacer una casa en X sitio te indican de qué materiales puede ser la cubierta para proteger la tipología de materiales de la zona», indica Prieto, que añade: «Si tú quieres poner pizarra y no puedes ni quieres poner teja, es posible usar zinc, aunque no en todos los casos. Normalmente son el concello y Patrimonio los que dicen algo».
La teja y la pizarra, sin embargo, no son los únicos materiales presentes en la comunidad gallega. «Hay cubiertas de paja solo en algunas zonas de Galicia. Esto se ha ido perdiendo por el mantenimiento, porque lo hay que recolocar, y por el oficio tradicional, porque requiere mucho cuidado y unos tiempos muy concretos. Pero todavía hay algunas zonas que conservan el llamado teito«, indica Prieto.
Fuente: quincemil
Autor: Paula Quintás
Fotografía: Desconocido