Plaza de iglesia de Valverde de los Arroyos.
La Sierra Norte de Guadalajara alberga encantadoras aldeas en las que la pizarra negra es el sustento de casas y templos en un marco de naturaleza virgen
Negros por la pizarra, por la piedra oscura que marca su arquitectura. De ahí el nombre. Sin apellido declarado, aunque encajaría bien el de ‘verdes’, pues ambos tonos se integran y contrastan, funden pueblo y montaña, muros con campo. Hasta allí viajan estas líneas, para invitar a conocerlos y aprovechar sus múltiples sendas. Situémonos, Sierra Norte de Guadalajara. Primer destino: Valverde de los Arroyos derrama encanto junto a la Plaza Mayor y su particular fuente, al lado de la iglesia de San Ildefonso.
La cascada de fotos de postal fluye ahogada por detalles, con el Pico Ocejón al fondo. Macetas de flores decoran ventanas. Tropas de enredaderas invaden paredes. Busca la sorpresa en los recovecos: terrazas escondidas que favorecen la charla, coquetos restaurantes donde degustar la gastronomía local… Accederás por la carretera de montaña que parte de Tamajón y pasa por Almiruete y Palancares, donde se anticipa la calidad de los paisajes.
Desde allí puedes conocer Las Chorreras de Despeñalagua, un salto de agua de 80 metros, y seguir hasta Umbralejo, donde sentirás que has abandonado tu siglo. Aguarda en el valle del río Sorbe, entre calles y casas que han mantenido y restaurado la estructura original tras el éxodo de los años 60 del pasado siglo, cuando su población partió en busca de una vida menos dura. Más allá, en Matallana quedan repartidas parideras, cercados de invierno, chozos, cortes y establos que parecen danzar alrededor de la iglesia. Un incendio devastó los edificios del oeste, dominado ahora por el sotobosque. Especial allí es el uso de grandes cantos rodados en la mampostería, los hornos individuales de las viviendas. Su núcleo forma parte del PR-GU-02 que, desde Roblelacasa, llega hasta Colmenar de la Sierra.
Siguen las citas. Campillo de Ranas es el corazón de la ruta; aislado por la indómita geografía, el caos se apropió del diseño exclusivo en pizarra, madera y barro. Majaelrayo, por su parte, recuerda la vocación ganadera de sus moradores, quienes antaño explotaron los robledales para producir carbón vegetal que exportarían a otras comarcas.
Campillejo es una aldea pintoresca, un conjunto típicamente serrano cuya disposición de calles se hace a la inversa, colocando las casas de manera aleatoria según las necesidades de cada dueño. Perfecto para la práctica de senderismo y bicicleta de montaña, piragüismo o kayaking se suman a la lista de deportes al encontrarse el pantano de El Vado a quince minutos.
En La Vereda aguarda uno de los máximos exponentes de la arquitectura negra original. Aldea casi abandonada junto al arroyo Vallosera, se accede a ella desde una pista de tierra que surge de la presa, en el embalse homónimo. En Roblelacasa, otro de los más típicos, reina de nuevo la asimetría, el laberinto de callejones, con edificios de pizarra que se adosan no unos a otros, sino unos contra otros. Si quieres vista panorámica tras la visita, sube a la parte alta del pueblo y ve hacia el sur por el PR-GU-02.
Fuente: El Correo
Autora: Iratxe López
Fotografía: Desconocido.